Hipocresía.
Yo estoy profundamente convencido: el problema de nuestra Política, de nuestra sociedad argentina, de nuestro país en general es la hipocresía.
Por ejemplo, en Política, todo el mundo se rasga las vestiduras por el financiamiento de las campañas y las carreras políticas, pero todos saben que sin dinero no se puede pagar la publicidad, no se puede armar la logística de los actos, no se pueden pagar los traslados de los candidatos y un largo etcétera de cuestiones que sólo se pagan con dinero.
Lo malo no es que haya gente que, particular o corporativamente, confíe y sostenga a un candidato o a un partido político.
Lo malo y lo hipócrita es que ese candidato se vea obligado a dibujar los balances del partido y de su campaña para esconder un aporte sin el cual su partido y su campaña no podrían sostenerse.
Lo malo y lo hipócrita es, también, que una fundación, una institución o una empresa que cree en un candidato y que quiere ayudarlo a hacer campaña tenga que esconder su aporte para que no se piense que hay alguna especie de contubernio o pacto interesado entre el candidato y la entidad o corporación que lo sostiene.
¿Qué tiene de malo que alguien que cree en las propuestas de un candidato o en los postulados de un partido aporte para sostener a ese partido o para allanar gastos de campaña de ese candidato?. Es obvio que si alguien quiere que gane un candidato va a querer contribuir al éxito de ese candidato.
Entonces, es mejor que lo haga abiertamente, a la luz pública, y no de manera solapada, en un ámbito de oscuridad que no hace más que enturbiar a la Política y obligar a los que quieren ayudar a que lo hagan a escondidas, como lo hacen los corruptos y los delincuentes.
Las democracias desarrolladas no tienen miedo de esos aportes, siempre que sean legales y que no provengan del narcotráfico o del delito en general.
Es natural que en esas democracias desarrolladas se consigan aportes con apoyos empresarios, bonos contribución, cenas, almuerzos y otro largo etcétera de posibilidades de financiamiento.
En Argentina, sin embargo, donde nos han acostumbrado a que todo tiene que venir del Estado y a que el dinero privado siempre es malo por deformación ideológica, parece que es mejor dar a escondidas que dar abiertamente. Y eso es hipocresía.
En la Política bien entendida, no hay nada mejor que saber quién está de cada lado y quién apoya a quién. En una democracia desarrollada que una empresa o entidad apoye a un candidato no quiere decir que esa empresa o esa entidad son enemigas de los demás candidatos, ni tampoco quiere decir que al ganar el candidato contrario le hará la vida imposible a la empresa o particular que aportó para el adversario.
No puede ser malo que si alguien cree en alguien lo ayude a caminar el camino común que lleve a ambos hacia el objetivo que sienten en común.
Lo menos hipócrita es que el que se sienta afín a un candidato o partido ayude a este candidato o partido, tal como quien sostiene a una Iglesia, a un club o a cualquier entidad devocional, social o comunitaria.
Si yo contribuyo para reconstruir la Catedral no quiere decir que estoy sobornando a la Iglesia. Si yo contribuyo para que un club de fútbol salga adelante, no quiere decir que voy a tener derecho a usar su barra brava para romper la vidriera de mis competidores comerciales. Si yo sostengo un comedor comunitario no voy a pretender que se deje morir a hambre a los niños que comen en el comedor de enfrente.
Los argentinos tenemos que dejar estas actitudes conspirativas, estas sospechas permanentes. No nos hace bien, no nos deja crecer ni como personas ni como sociedad.
Sólo en la suma (en la buena suma, claro está) podremos resurgir como ciudad y como comunidad. Sólo en la buena suma de gente buena podremos encontrar el camino a ese resurgimiento que tanto necesitamos los porteños en particular y los argentinos en general.
Sumar. Sin hipocresía y sin falsas modestias o supuestas asepsias. Sumar, sumando gente buena, sumar aportando, jugándose, sosteniendo.
En Política, en la buena Política, esa ha sido, es y será siempre la única manera de sumar.
Yo estoy profundamente convencido: el problema de nuestra Política, de nuestra sociedad argentina, de nuestro país en general es la hipocresía.
Por ejemplo, en Política, todo el mundo se rasga las vestiduras por el financiamiento de las campañas y las carreras políticas, pero todos saben que sin dinero no se puede pagar la publicidad, no se puede armar la logística de los actos, no se pueden pagar los traslados de los candidatos y un largo etcétera de cuestiones que sólo se pagan con dinero.
Lo malo no es que haya gente que, particular o corporativamente, confíe y sostenga a un candidato o a un partido político.
Lo malo y lo hipócrita es que ese candidato se vea obligado a dibujar los balances del partido y de su campaña para esconder un aporte sin el cual su partido y su campaña no podrían sostenerse.
Lo malo y lo hipócrita es, también, que una fundación, una institución o una empresa que cree en un candidato y que quiere ayudarlo a hacer campaña tenga que esconder su aporte para que no se piense que hay alguna especie de contubernio o pacto interesado entre el candidato y la entidad o corporación que lo sostiene.
¿Qué tiene de malo que alguien que cree en las propuestas de un candidato o en los postulados de un partido aporte para sostener a ese partido o para allanar gastos de campaña de ese candidato?. Es obvio que si alguien quiere que gane un candidato va a querer contribuir al éxito de ese candidato.
Entonces, es mejor que lo haga abiertamente, a la luz pública, y no de manera solapada, en un ámbito de oscuridad que no hace más que enturbiar a la Política y obligar a los que quieren ayudar a que lo hagan a escondidas, como lo hacen los corruptos y los delincuentes.
Las democracias desarrolladas no tienen miedo de esos aportes, siempre que sean legales y que no provengan del narcotráfico o del delito en general.
Es natural que en esas democracias desarrolladas se consigan aportes con apoyos empresarios, bonos contribución, cenas, almuerzos y otro largo etcétera de posibilidades de financiamiento.
En Argentina, sin embargo, donde nos han acostumbrado a que todo tiene que venir del Estado y a que el dinero privado siempre es malo por deformación ideológica, parece que es mejor dar a escondidas que dar abiertamente. Y eso es hipocresía.
En la Política bien entendida, no hay nada mejor que saber quién está de cada lado y quién apoya a quién. En una democracia desarrollada que una empresa o entidad apoye a un candidato no quiere decir que esa empresa o esa entidad son enemigas de los demás candidatos, ni tampoco quiere decir que al ganar el candidato contrario le hará la vida imposible a la empresa o particular que aportó para el adversario.
No puede ser malo que si alguien cree en alguien lo ayude a caminar el camino común que lleve a ambos hacia el objetivo que sienten en común.
Lo menos hipócrita es que el que se sienta afín a un candidato o partido ayude a este candidato o partido, tal como quien sostiene a una Iglesia, a un club o a cualquier entidad devocional, social o comunitaria.
Si yo contribuyo para reconstruir la Catedral no quiere decir que estoy sobornando a la Iglesia. Si yo contribuyo para que un club de fútbol salga adelante, no quiere decir que voy a tener derecho a usar su barra brava para romper la vidriera de mis competidores comerciales. Si yo sostengo un comedor comunitario no voy a pretender que se deje morir a hambre a los niños que comen en el comedor de enfrente.
Los argentinos tenemos que dejar estas actitudes conspirativas, estas sospechas permanentes. No nos hace bien, no nos deja crecer ni como personas ni como sociedad.
Sólo en la suma (en la buena suma, claro está) podremos resurgir como ciudad y como comunidad. Sólo en la buena suma de gente buena podremos encontrar el camino a ese resurgimiento que tanto necesitamos los porteños en particular y los argentinos en general.
Sumar. Sin hipocresía y sin falsas modestias o supuestas asepsias. Sumar, sumando gente buena, sumar aportando, jugándose, sosteniendo.
En Política, en la buena Política, esa ha sido, es y será siempre la única manera de sumar.
.