Cuando digo que quiero una Buenos Aires más integradora, quiero decir que quiero, entre otras cosas y por lo menos:Una Ciudad que sea integradora, no tolerante. No me gusta el concepto de tolerancia, porque ser tolerante implica reconocer al otro, respetarlo, pero con una actitud antiséptica y distante. “No me gustás, pero igual te tolero”.
A mi me gusta más el concepto de integración, porque implica reconocer, conocer, sumar y sumarse “al otro”.
Una Ciudad que integre, entonces, a todas las minorías y sectores más desprotegidos y más olvidados, a los marginados, a los desclasados, a los que no son de acá pero quieren o deben estar con nosotros, porque nos quieren o porque no tienen más remedio que estar con nosotros.
Una Ciudad que sea integradora con el migrante y el inmigrante decente, trabajador y proactivo. Porque debemos ser incluyentes con el que está lejos de su casa y hacer que Buenos Aires sea, también para ellos, su propia casa.
Una Ciudad sin prejuicios sociales, sexuales, raciales, de nacionalidad o de procedencia.
Una Ciudad que integre a la sociedad toda sin diferencias entre hombres y mujeres, que integre a todos los tipos de discapacidades y de asimetrías.
Una Ciudad en la que amar diferente no sea más que una cuestión de elección de vida y una elección del corazón. La Ciudad de Buenos Aires es una ciudad que, actualmente, no tiene políticas públicas serias y modernas contra la discriminación vinculada a la orientación sexual o a la identidad de género.
Parece increíble que el gobierno de una ciudad que dice hallarse en los arrabales de París –como decía Borges- no haya pensado todavía en una política para ese colectivo ciudadano.
Se encuentra internacional y nacionalmente probado que la población de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales es una de las más vulneradas y vulnerables por la discriminación. Tal como sucede con los pobres de extrema pobreza, también este sector de la población porteña parece no contar con los instrumentos legales ni con las instituciones oficiales que permitan respetar, proteger y reconocer sus derechos. Hasta este momento, no se ha avanzado en nada, y lo que se había logrado en el pasado parece haberse retraído o tirado de nuevo adentro del clóset.
En suma, una Ciudad que derribe todas las diferencias posibles, actuales y futuras, entre seres humanos de bien, de trabajo, de buenos sentimientos y de buenas ideas.
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