
Hace más de 30 años que comenzó la Dictadura de 1976 y hace casi 30 años que terminó la Dictadura de 1976.
Estoy de acuerdo en que los crímenes (DE AMBOS LADOS) no deben ser olvidados y que todos los criminales deben ser condenados.
Pero quiero Reconciliación. Los argentinos necesitamos reconciliarnos.
La propia Alemania en 1955, tan sólo 10 años después de terminada la guerra y caído el nazismo, ya estaba reconciliada, con todos los culpables condenados y además, ya comenzaba a ser una potencia mundial indiscutida.
Algunos van a decirme que estaba dividida en dos, pero yo les diré –para abonar aún más mi convencimiento- que no lo estaba por culpa de los alemanes, sino por intereses externos que eran superiores aún a la voluntad conjunta de todos los alemanes; intereses a los que no les convenía una Alemania unida.
Pero aún si tomásemos la fecha de caída del Muro, ya pasaron más de 20 años y hoy Alemania es un país potente, próspero, pacífico y reconciliado.
Lo digo, lo repito y volveré a repetirlo hasta el cansancio:
No quiero olvido, ni para los unos ni para los otros.
No quiero perdón, ni para los unos ni para los otros.
Pero tampoco quiero paredón, sino Reconciliación.
Esa es mi consigna: “Ni olvido ni perdón, ¡Reconciliación!”.
Este país necesita paz.
Pero no una “pax romana”, es decir, la paz violenta de los vencedores, sino una paz verdadera, de hombres y mujeres pacíficos y de espíritus pacificados, sin revanchas, sin venganzas y sin unicatos ideolóticos.
Permítanme repetirlo una vez más:
“Ni olvido ni perdón, ¡Reconciliación!”.
.
Estoy de acuerdo en que los crímenes (DE AMBOS LADOS) no deben ser olvidados y que todos los criminales deben ser condenados.
Pero quiero Reconciliación. Los argentinos necesitamos reconciliarnos.
La propia Alemania en 1955, tan sólo 10 años después de terminada la guerra y caído el nazismo, ya estaba reconciliada, con todos los culpables condenados y además, ya comenzaba a ser una potencia mundial indiscutida.
Algunos van a decirme que estaba dividida en dos, pero yo les diré –para abonar aún más mi convencimiento- que no lo estaba por culpa de los alemanes, sino por intereses externos que eran superiores aún a la voluntad conjunta de todos los alemanes; intereses a los que no les convenía una Alemania unida.
Pero aún si tomásemos la fecha de caída del Muro, ya pasaron más de 20 años y hoy Alemania es un país potente, próspero, pacífico y reconciliado.
Lo digo, lo repito y volveré a repetirlo hasta el cansancio:
No quiero olvido, ni para los unos ni para los otros.
No quiero perdón, ni para los unos ni para los otros.
Pero tampoco quiero paredón, sino Reconciliación.
Esa es mi consigna: “Ni olvido ni perdón, ¡Reconciliación!”.
Este país necesita paz.
Pero no una “pax romana”, es decir, la paz violenta de los vencedores, sino una paz verdadera, de hombres y mujeres pacíficos y de espíritus pacificados, sin revanchas, sin venganzas y sin unicatos ideolóticos.
Permítanme repetirlo una vez más:
“Ni olvido ni perdón, ¡Reconciliación!”.
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