Es un imperativo de justicia para nuestro Resurgimiento como argentinos y como porteños devolverle la dignidad y la jerarquía social a la vejez.
Ninguna sociedad tiene derecho a desentenderse de sus Adultos Mayores.
Y menos aún todavía la sociedad porteña, ya que los jubilados porteños fueron los generadores y los protagonistas de la Buenos Aires próspera, culta y trascendente.
Por eso digo que hay que devolverle imperativamente la dignidad y la jerarquía social a los Adultos Mayores de nuestra Ciudad.
Para ello, debemos poner en vigencia nuevamente todos y cada uno de los viejos derechos de la ancianidad, que no sería más que el reconocimiento puro, simple, claro y llano de los servicios prestados por esos mismos Adultos Mayores a la Ciudad de Buenos Aires, a su progreso, a su gloria y a su fama y reconocimiento nacional e internacional.
Un verdadero Resurgimiento de la Ciudad de Buenos Aires debe ponerse como objetivo que todos y cada uno de sus Adultos Mayores tengan asegurados de manera inalienable y oficialmente tutelados, los siguientes derechos: a la Asistencia, a la Vivienda, a la Alimentación, a la Vestimenta, a la Salud Física, a la Salud Moral, al Esparcimiento, al Trabajo, a la Tranquilidad, al Respeto y a la Fiscalización Ciudadana.
Pero sobre todo, nuestros Adultos Mayores deben tener asegurado un nivel mínimo de subsistencia digna, que les permita vivir, enfermarse y hasta morir más dignamente.
Por eso también ni pensamiento es claro al respecto:
Ningún viejo sin una jubilación digna y suficiente.
Y si el Estado Nacional deja a un porteño sin jubilación, o sin una jubilación que asegure su dignidad y su subsistencia, debe ser el Gobierno porteño el que tiene el deber cívico de subsidiariedad previsional, destinando los recursos y mecanismos que sean necesarios para compensar la falencia, la ausencia o la injusticia de la administración previsional de la Nación.
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