Resurgimiento y Tercera Posición.



Me preocupa, porque puede llegar a ser gobierno, el Progresismo Ortodoxo porteño, ya que cada una de sus propuestas viene agotándose (una tras otra) en su propia dialéctica; en el momento mismo en que consiguen cada cosa que piden.

Pidieron la cabeza de Ignacio Liprandi, Macri se las entregó y se quedaron sin consigna.
Pidieron la cabeza de Rodríguez Felder, Macri se las entregó y se quedaron sin consigna.
Pidieron la cabeza de Nicolás Caputo, Macri se las entregó y se quedaron sin consigna.
Pidieron la cabeza del “Fino” Palacios, Macri se las entregó y se quedaron sin consigna.
Pidieron la cabeza de Ciro James, Macri se las entregó y se quedaron sin consigna.
Pidieron la cabeza de Abel Posse, Macri se las entregó y se volvieron a quedar sin consigna.

Cada pedido fue presentado por el Progresismo Ortodoxo como un “casus belli”, como una causa de guerra, una cruzada laica contra la neoderecha gobernante.

Hay un viejo proverbio árabe que dice: “tené mucho cuidado con lo que pedís, porque puede serte concedido”.

Y eso es lo que le viene pasando al Progresismo Ortodoxo y Dialéctico, tal como yo llamo al ala más fundamentalista del Progresismo porteño. Y me preocupa.

Me preocupa, digo, porque sin tener un programa de acción política evidente y de largo plazo, se limitan a pedir que se vaya tal, cual o todos, según sea el caso, la persona o la época en que lo piden.

Ni los unos están tan muertos, ni los otros son tan vivos.

Gobernar no es tan difícil, pero tampoco es tan fácil.

Es tan mal gobernante el que lleva un distrito a la deriva sin conducción ni gestión, como también será mal gobernante quien quiera llegar al gobierno construyendo alianzas coyunturales, sin cohesión ideológica, sin sostén doctrinario y sin liderazgos unificados.

Ya lo vivimos a partir del 99, con el gobierno de la malograda Alianza, cuando la mitad de los “aliados” borraba lo que la otra mitad escribía y la otra mitad se reía de lo que la otra mitad decía.

Unos y otros, neoderechistas y progresistas ortodoxos, cometen el mismo error, tanto por exceso como por defecto: carecen de una planificación logística a largo plazo de lo que es necesario hacer en Buenos Aires.

A un gobierno no puede entrársele únicamente por sus debilidades, sino que debe confrontárselo siempre con un programa mejorador y superador de lo que ese gobierno está haciendo mal.

Hay un principio legal que dice que nadie puede alegar su propia torpeza.

Macri es un torpe. De eso no cabe duda.

Lo que queda por descubrir es si es un torpe inimputable por mera torpeza, o es un pseudo-torpe que está llevando a Buenos Aires para donde él y los suyos necesitan.

Eso se verá con el tiempo, cuando el fin de la gestión de gobierno permita analizar política y/o judicialmente los enriquecimientos ilícitos, los endeudamientos indebidos y las concesiones malhabidas.

Lo cierto es que, hoy por hoy, el actual gobierno porteño es un desastre inobjetable.

Pero tampoco quisiera que a tanta inacción o mala acción se oponga de pronto la sinrazón de la reacción revanchista, fundada no en “ganar” una elección sino en “derrotar a Macri”.

Vengo escuchando entre algunos opositores al macrismo una frase que no me gusta nada: “Lo importante es unirse para ganarle a Macri, después veremos”.

Eso no me gusta.

Para gobernar hay que ver antes. Hay que prever. Hay que ser previsor. Hay que planificar, paciente y ordenadamente.

Por eso cuando hablo de Resurgimiento porteño hablo de una Tercera Posición. Yo estoy convencido de que una tercera posición, una tercera visión, un tercer punto de vista, sigue siendo totalmente posible y es lo que la gran mayoría de los porteños queremos.

La gran mayoría de los porteños no somos ni de derecha ni de izquierda.

Tenemos una tercera posición equilibrada de pensamiento, de acción y de forma de vida que nada tiene que ver con esa neoderecha que se debate en estertores de fracaso, ni con esa izquierda virulenta que quiere que se vayan todos para instalar un unicato sectario, totalitario y revanchista.

Ninguna ortodoxia es buena en materia política, porque la ortodoxia termina degenerando en fundamentalismo.

Ser ortodoxo de derecha es tan malo como ser ortodoxo de izquierda.

Ni una cosa ni la otra son buenas para Buenos Aires.

Que hoy Buenos Aires está hecha un desastre no quiere decir que automáticamente cualquiera puede gobernarla mejor que los que están ahora.

Ni la Neoderecha residual porteña ni la Izquierda virulenta (en sus dos versiones: “Neurótica” y “Caviar”) pueden terminar gobernando bien una Ciudad como Buenos Aires, porque ni una ni otra, entienden a la verdadera Buenos Aires de manera total, abarcativa y plural.

El Resurgimiento que proponemos para nuestra Ciudad, ese “Modelo Buenos Aires” del que tanto hablo y por el que tanto brego y remo, es un modelo de “Tercera Posición”, pero no de una tercera posición equidistante de los extremos o a mitad de camino entre ellos, como pudo haber sido la malograda UCD argentina de los años 80, que quedó a mitad de camino entre laUCD española de Adolfo Suarez y el fundamentalismo de mercado de los CEO´s de Wall Street.

Para mi la "Tercera Posición" es una especie de Progresismo, pero un Progresismo nacional, humanista y popular, que nada tiene que ver -por cierto- con el actual Progresismo Ortodoxo y Dialéctico. Una Tercera Posición "progresadora" que ya existía como tal cuando todavía ni se hablaba de Progresismo y ni siquiera habían nacido los actuales líderes políticos del Progresismo vernáculo. El Resurgimiento Porteño, es un modelo que busca el Progreso de todos, con todos y para todos, sin exclusión de nadie. La "Tercera Posición" es, llevada a la práctica, Progreso en su estado más puro, objetivo e integrador.

Cuando hablo de la “Tercera Posición” del Resurgimiento porteño hablo de una posición intermedia, pero superadora y equidistante en altura de ambos extremos, ya que siempre digo que desde la altura se perciben mejor los defectos de vuelo de las perdices y los caranchos.

Perdices y caranchos de vuelo bajo.

Esa es la imagen que se me representa cuando oigo hablar de Buenos Aires tanto a los individualistas capitalistas del Liberalismo vernáculo y la Neoderecha residual porteña, como a los totalitarios proletarizantes de una Izquierda nostálgica que todavía no pudo asumir con altura el fracaso mundial del colectivismo marxista.

Mientras las perdices se muestran felices porque taparon algunos baches o hicieron peatonales algunas calles del centro porteño, los caranchos se lanzan en vuelos bajos de poca gracia, regodeándose en la carroña y tratando de satisfacerse con los despojos que el régimen Macrista deja a diestra y a siniestra.

Entre unos y otros estamos la mayoría de los porteños y las porteñas de bien. Los y las que trabajamos día tras día por una vida mejor, por una ciudad más segura y por un futuro un poco más previsible.

Quiera Dios que las perdices y los caranchos se den cuenta de lo que están haciendo. Por su propio bien, pero por sobre todas las cosas, por el bien de todos nosotros, que somos la inmensa mayoría de los porteños que, cansados de tanta marcha, desdicha y contramarcha, en el 2011 haremos tronar en las urnas el merecido escarmiento.
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