Cuando digo que nuestro Modelo de Resurgimiento porteño debe ser amplio quiero decir que nuestro Resurgimiento debe incluir a todos los hombres y a todas las mujeres de buena voluntad que se sientan convocados por un profundo y sincero amor hacia Buenos Aires y para transformar Buenos Aires.
Pero ¡Atención!: sin sumas indiscriminadas.
Es decir, por sumar no debemos sumar a la mala gente, a los que tengan segundas intenciones, a los que se nos sumen para hacerle daño a otro por el sólo gusto y placer de hacerle daño a la persona o partido que dejaron o detestan. Eso no.
Queremos gente buena. El Resurgimiento quiere tener gente buena. La Ciudad necesita buena gente.
Hay dos frases en Política que detesto profundamente. Una es “el que avisa no traiciona” y la otra es “todo suma”. El traidor siempre será traidor, aunque avise. Y en Política no todo debe sumar, porque la suma de lo malo sólo puede traer como resultado un resultado malo.
Nuestro Resurgimiento necesita de la mejor gente y de los mejores líderes grupales. Cuando digo grupales, quiero decir líderes que provengan del grupo, sepan trabajar en grupo y sepan dirigir grupos como verdaderos referentes grupales.
Ni el Resurgimiento ni Buenos Aires necesitan de pitonisas ni de gurúes.
Buenos Aires, y la Argentina en general, ya tuvieron y sufrieron a muchos gurúes y a muchas pitonisas, a muchos líderes potenciados por el Marketing político que no sirvieron para nada ni salvaron a nadie.
Ni Buenos Aires ni la Argentina en general necesitan de más gurúes ni de más pitonisas, no necesitamos vaticinadores ni opinólogos sin propuestas.
Porque otro problema que ha tenido la Política argentina en general es la deshonestidad intelectual.
No se si en la Política argentina hay muchos delincuentes penales, no me costa, no he visto sentencias y nadie termina nunca de mostrarnos las pruebas que los prometen.
Pero si creo, en cambio, que hay muchos deshonestos de la peor deshonestidad, que para mi es la deshonestidad intelectual.
Muchos no dicen todo lo que piensan.
Muchos no dicen lo que piensan en realidad.
Muchos cambian de vereda conforme cambia la luz de las encuestas.
Muchos cambian su posición ideológica de acuerdo con las promesas que reciben de ocupar lugares mejores en las listas del partido contrario si eso le asegura su prosperidad individual.
Muchos mienten.
Pero hay algo peor: hay muchos que mienten con una admirable sinceridad.
Deshonestidad intelectual. He aquí uno de los problemas más serios de la Política en la República Argentina.
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