Resurgimiento: Progresismo y Progresadorismo.

Dicen que definirse es limitarse. Pero no me importa.


Voy a definirme.


Mi formación y mi sentimiento son los de un peronista, y por eso no me cabe duda de que no puedo querer, ni buscar ni defender otra cosa para mi Ciudad y mi sociedad que no sea el Progreso de Buenos Aires y de cada uno de los hombres y de las mujeres que habitan en ella.


Sin embargo, me gustaría dejar bien en claro qué entiendo yo por Progreso, porque me parece que no es un concepto unívoco, que sea igualmente entendido, concebido y utilizado por todos los que quieren el Progreso de la misma manera.


Si a mi me dicen que ser progresista es querer el bienestar y el progreso general de mi Ciudad y de mi comunidad, desde una perspectiva de prosperidad y desarrollo, más humanista, más integradora, más incluyente, más ecuménica, más social, más democrática y más nacional: no tendría problema, podría elaborar muchos proyectos comunes con los progresistas.


Pero hay gente que se dice progresista porque es de izquierda, y como no se anima a decir que es de izquierda, entonces se define como progresista para situarse y ofrecerse como una alternativa posible desde una perspectiva que sea social y políticamente correcta, más potable al gusto del argentino medio.

A mi no me gusta el Progresismo Ortodoxo, es decir, ese Progresismo al que no le gusta ni la Policía, ni la Religión, ni el orden, ni la organización, ni la planificación con objetivos a corto, mediano y largo plazo.

A mi no me gusta ese Progresismo coyuntural, que sólo acciona reaccionando ante los eventos coyunturales.

A mi no me gusta ese Progresismo que yo también denomino como “Dialéctico” porque se la pasa armando foros, planteando escenarios, formando comisiones y alentando discusiones sin ningún rumbo aparente y –por lo general- sin obtener resultados ni aportar soluciones concretas a los problemas concretos que motivan sus foros, comisiones y discusiones.

Claro está que no niego la matriz participativa del Modelo Progresista. Pero a mi me gusta la participación proactiva, constructiva, que tienda –si o si- a la obtención de resultados y rumbos concretos.

No me gustan esas discusiones interminables y la dialéctica por la sola pasión por la dialéctica misma.No me gustan los foros amorfos del mero participacionismo.

A mi me gustan las discusiones con temario, con orden y con resultado.

Por supuesto que quiero la participación y quiero que todos participen en la construcción del bienestar de todos y sin exclusión de nadie.Pero a mi me gusta la planificación.

Me gusta la planificación logística del pensamiento, las acciones, los resultados y los mecanismos de implementación.A mi me gusta una Política de liderazgos contundentes, con autoridad dirigencial, coherencia doctrinaria, honestidad intelectual y actitudes ejemplares.

A mi me gusta una Política de partidos políticos organizados, con doctrina, con estructura, con mística y con militancia.A mi me gusta una Políctica constructiva y propositiva, aún en la oposición.

No me gusta la Política del Progresismo testimonial o vaticinador de la pura y simple oposición permanente a todo.

A mi me parece mejor definirse como “Humanista”, más que progresista; porque ser humanistas nos da una visión y una amplitud de criterio diferente y diferencial, que bien usados, nos permiten pensar y ofrecer siempre una respuesta mejor.

Creo, entonces, que podemos pensar, hablar y proponer nuestras soluciones desde una perspectiva ideológica, respecto de todos los temas sin tabúes ni preconceptos.

Nosotros, los humanistas, los que hacemos eje de pensamiento y acción en el ser humano, podemos hablarlo y discutirlo todo. Y cuando digo “todo”, hablo de “todos” los temas, sin exclusión de ninguno.

La gente quiere resultados. Quiere soluciones rápidas y concretas para sus problemas que son urgentes y concretos.

Por eso a mi me gusta el Humanismo práctico, el Humanismo pragmático de Tercera Posición y de matriz Nacional.

Me gusta el Humanismo Nacional que busca soluciones a los problemas que son nuestros, con nuestra Cultura, con nuestras virtudes y con nuestros defectos particulares y nacionales.

A mi no me gusta ningún modelo político que quiera aplicar políticas importadas llave en mano o a libro cerrado. Se llame Progresista, Conservador o como se llame.

Nuestros compatriotas están cansados del Progresismo Dialéctico y prejuicioso que no habla de ciertos temas o que los habla sólo desde una misma perspectiva, de acuerdo a lo que considera progresistamente correcto.

No se puede hablar de Seguridad desde la perspectiva única del delincuente.No se puede hablar de Producción desde la perspectiva única del obrero.

No se puede hablar de ningún tema desde una sola perspectiva, ni desde el preconcepto o desde el prejuicio.No hay personas o temas buenos o malos per se, por el solo hecho de que se encuentran de un lado determinado del arco político.

Por ejemplo, imaginemos por un momento la organización de un foro para discutir la Fe al que sólo dejásemos entrar a los que se declaren ateos. El resultado es obvio. No haría falta que leyésemos ningún documento final para saber sus conclusiones.

Los Progresistas Ortodoxos son prejuiciosos, parciales, cerrados a una concepción muy garantista de la vida.

Yo estoy convencido de que desde la perspectiva de la Tercera Posición podemos ofrecer una alternativa mejoradora, precisamente, por nuestra amplitud y no por un pensamiento cerrado o parcial.

Si hay un policía bueno, tenemos que protegerlo y reconocerlo, y no perseguirlo y denostarlo por el sólo hecho de ser policía.

Si hay un delincuente ensañado, alevoso y reincidente, tenemos que apresarlo y castigarlo, y no justificarlo y liberarlo por obra y gracia de un garantismo que lo considera una víctima involuntaria de una sociedad cruel e injusta.

El Progresismo Dialéctico a veces se va mucho a la izquierda. A veces se parece mucho a los modelos que quiere y dice querer mejorar y superar.

El Modelo de Tercera Posición, el Modelo “Progresador” como yo lo llamo, es un Modelo que quiere el desarrollo y el progreso de todos los sectores de nuestra sociedad.

No es un Progresismo mezquino y revanchista, sino un modelo de Progreso general que reconoce la trascendencia transformadora de la Industria, del Comercio y del Capital en general, tanto como la del Estado, las organizaciones intermedias y el trabajo de nuestros obreros y empleados.

Por eso lo digo, lo repito y lo volveré a repetir hasta el cansancio:

“Ni progresistas ni conservadores: ¡PROGRESADORES!”.









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