Cuando digo que quiero una Buenos Aires más solidaria, quiero decir que quiero, entre otras cosas y por lo menos:Una Ciudad en la que existan políticas sociales claras que nos permitan profundizar a futuro la Justicia Social y el bienestar general para todos los hombres, mujeres, niños y niñas que habiten o transiten el suelo de Buenos Aires.
Una Ciudad en la que no haya un solo pobre sin salud, sin educación, sin techo y sin comida.
Una Ciudad en la que no haya un solo viejo y una sola vieja sin jubilación.
Una Ciudad en la que no haya que sumarle a la pena de estar enfermo la pena de no conseguir el remedio.
Una Ciudad en la que el gasto social no sea visto –como hoy en día- como un gasto, sino como una inversión social.
En la Ciudad de Buenos Aires no existen hoy políticas sociales claras que nos permitan profundizar a futuro la justicia social. A pesar de tener el presupuesto más rico del país y de tener el mayor presupuesto con el que haya contado cualquiera de los gobiernos porteños anteriores, el actual gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no da muestras de destinar dichos excedentes y mejorías presupuestarias a la persecución de niveles mayores de justicia social y de bien común.
Buenos Aires es un distrito con muchos pobres y no existen políticas claras que permitan inferir una reducción de la pobreza en el distrito.
Al contrario, todas las medidas que propone el gobierno de la Ciudad, parecen destinadas a “correr” a los pobres hacia distritos vecinos y “barrer” la pobreza hacia la Buenos Aires más subcutánea y más marginal.
La Ciudad de Buenos Aires no parece tener una política social como tampoco parece tener una política de vivienda destinada a los sectores sociales más necesitados, tanto medios como bajos. La ciudad de Buenos Aires está en emergencia habitacional y nadie parece darse cuenta, desde el actual gobierno, de la gravedad de este tema en particular.
No hay paz social sin justicia social. Si alguien ha creído que el problema de la pobreza se arregla echando del distrito lindo a la gente fea, se han equivocado. La pobreza no es fea, sino que es dolorosa y nadie quiere ser pobre por voluntad propia o porque le cause placer.
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