Resurgimiento y Justicia.

Cuando digo que quiero una Buenos Aires más justa, quiero decir que quiero una Buenos Aires con una mejor Justicia Legal y con mayor Justicia Social.

Es decir, que quiero, entre otras cosas y por lo menos:

Una Ciudad con un Poder Judicial realmente autónomo, independiente, en el que los jueces puedan emitir sus fallos sin temor a represalias ni amenazas de juicio político por parte del Poder Ejecutivo. No es bueno que la Jefatura de Gobierno, tal como actualmente sucede, utilice a la Procuración General de la Ciudad para hostigar y acusar de politizados a los jueces independientes e insumisos que, ¡Gracias a Dios!, todavía tenemos en Buenos Aires.

La administración de Justicia en la Ciudad es deficiente, insuficiente y sin mecanismos de nombramiento de jueces porteños que sean claros y supervisables.

La Ciudad de Buenos Aires es una ciudad autónoma con una autonomía judicial relativa. Contrariamente a lo que sucede con todas las provincias de nuestro país que tienen su estructura judicial autónoma, la Ciudad de Buenos Aires no cuenta con dicha estructura y su competencia judicial es limitada a ciertas competencias de carácter intervecinal y metropolitano.

La Ciudad tiene un Tribunal Superior con jueces prestigiosos y con probada capacidad jurídica pero gobiernan sobre una estructura judicial restringida y sin las competencias que, naturalmente tienen todos los poderes judiciales de las provincias de nuestro país.

Hemos llegado a un contrasentido tal que, el actual gobierno de la Ciudad quiere contar con una policía propia que –a lo mejor- podrá detener al delincuente pero tendrá que entregarlo a la justicia nacional para que pueda ser juzgado y condenado, ya que los delitos siguen siendo de competencia nacional y no metropolitana.

Una Ciudad con una verdadera Justicia Social para todos y sin exclusión de nadie.

Una Ciudad con programas sociales que contribuyan a dignificar la vida de los que menos tienen sin causar ningún gravamen en los que tienen poco, algo o mucho.

Una Ciudad con igualdad de oportunidades, donde la igualdad ante la ley y ante el Estado no sea un mero postulado del Constitucionalismo Social.

Una Ciudad con sindicatos fuertes, que ayuden a señalar los abusos y a reparar las injusticias.

El Sindicalismo sigue siendo –a mi entender- la columna vertebral irremplazable de una organización social justa.

No hay que tenerle miedo a un Sindicalismo fuerte, porque un Sindicalismo fuerte sigue siendo la única garantía de un tejido laboral y productivo más fuerte y mejor.

Al Progresismo Ortodoxo no le gusta a veces mucho el Sindicalismo. Quizás porque el Progresismo Ortodoxo ve al Sindicalismo como muy peronista y muy corporativo.

Pero no hay que tenerle miedo a las corporaciones, porque en si mismas no son ni buenas ni malas, sino que están formadas por gente mala y por gente buena. Pero en sí, toda corporación buena busca también una fracción del progreso general, y la suma de las búsquedas buenas de progresos sectoriales trae como resultado un progreso social y general mejor.

La neoderecha busca siempre debilitar al Sindicalismo y a la voluntad vigilante y resistente de los trabajadores porque sabe que la falta o debilidad del Sindicalismo facilita la instalación de su sistema laboral de arbitrariedad, precariedad, despidos y terrorismo patronal.

Una Ciudad sin abusos ni trata de mujeres, hombres, adolescentes, niños y niñas.

Una Ciudad en la que la Seguridad Jurídica tiente, facilite y proteja la inversión de quienes quieran producir bienes o servicios en la Ciudad de Buenos Aires.

Una Ciudad con igualdad de oportunidades también para las personas con capacidades diferentes, con programas de inserción laboral y acceso al crédito y la vivienda social.

Una Ciudad que también sea justa para nuestros veteranos de guerra, para nuestros viejos, para los inmigrantes, para los homosexuales y para todas las minorías y sectores sociales agobiados por tantos olvidos y por tantas desigualdades.





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