Liderazgo Político del Resurgimiento (2ª Parte).

(/// continuación)

El líder político debe tener solvencia profesional. Un líder político debe tener solvencia profesional. Debe ser una persona proba, en primer lugar. No debe tener muertos en el placard de su pasado. No debe tener deudas pendientes con la justicia. No debe tener un pasado político lamentable o contrario a las ideas que ahora pregona.

Eso en primer lugar.

Pero además, un conductor político debe estar preparado intelectualmente para serlo. Debe tener un bagaje cultural importante. Debe ser una persona instruida, que hable idiomas, que conozca de los problemas sobre los que debe hablar. Que se informe. El líder debe ser una persona informada.

El líder, el conductor político, debe ser un intelectual brillante. O al menos un intelectual pasable. Pero nunca, como se ha visto y se sigue viendo, una persona que a poco de hablar denota no sólo falta de cultura, sino además falta de información, falta de formación y falta de expresión.

Un político que quiera ser exitoso debe verse a sí mismo como un profesional de la Política. Ser profesional de la Política no quiere decir, a mi entender, que uno viva de la Política sino que uno “vive para la Política”. El político profesional es el que hace, vive y piensa su trabajo las 24 horas del día. El líder político es el que está pensando proyectos nuevos, ideas nuevas y doctrina nueva las 24 horas del día. El conductor político, es la persona que se prepara profesionalmente y a conciencia para el cargo al que pretende.

Estamos hartos de improvisados. Creo que los argentinos en general sentimos un hartazgo profundo por los aventureros que han llegado a muchos cargos políticos o que ejercen la oposición sin ninguna formación intelectual, ni profesional ni política.

Hemos visto defender la soja o atacar la soja a los que no sabían qué era la soja; hemos visto defender o atacar a la educación o a la salud pública sin haber pisado jamás una escuela o un hospital público. Hemos escuchado hablar de inflación sin siquiera una mínima formación económica o –al menos- un buen asesoramiento. ¡Por Dios!, cuánta improvisación. Qué mal le hace eso a la Política.

Si la gente ve políticos chantas entiende que la Política es una actividad de chantas.

Los mismos políticos serios debemos expurgar a la Política de sus chantas tradicionales y recientes. Formación, instrucción y capacitación. Si lo exigimos para la población, si la población debe capacitarse y estudiar para acceder a cualquier cargo, lo menos que podemos pedir es que nuestra clase dirigente no sea bruta, que no sea peor que el pueblo que dirige.


El líder político debe saber organizar y manejar reuniones. El líder político debe participar personalmente en la organización de las reuniones que va a presidir o coordinar. No hay peor cosa que lesione la autoridad del conductor que no saber el temario, los objetivos o la lista de las personas que participan de una reunión que él preside. Sería demasiado extenso detallar este tema. Ya escribiré algún ensayo logístico sobre cómo organizar, ejecutar y coordinar reuniones informativas, resolutivas, estratégicas y formativas políticas eficaces.

Sin embargo, y en base a mi propia experiencia como organizador, trataré de enunciar una serie de pautas respecto de este tema que el conductor político no puede dejar de conocer o sobre lo cual –si no lo sabe- no puede dejar de capacitarse.

Cuando digo que el líder debe participar personalmente, quiero decir que debe intervenir directamente, por ejemplo, en el establecimiento, delimitación y cumplimiento de los requisitos primarios de la reunión que va a presidir o coordinar. Tales requisitos primarios son, para la Logística Organizativa, los siguientes:

· Motivación,
· Objetivo,
· Estrategia y
· Planificación.

Es decir, debe decidir, saber y estar al tanto de “por qué” y “para qué” se convoca la reunión y además, “qué tipo” de reunión se va a celebrar y de “qué manera” o “cómo” dicha reunión va a llevarse a cabo.

También, a mi entender el conductor político debe intervenir en el establecimiento y cumplimiento de los requisitos secundarios de la reunión que va a presidir o coordinar. Tales requisitos secundarios son, para la Logística organizativa, los siguientes:
· Participación necesaria,
· Temario específico,
· Limitación temporal,
· Dirección de la reunión (participación en el temario, participación en la programación, conocimiento de las problemáticas, conocimiento del grupo, conocimiento de los objetivos organizacionales, comprensión de los intereses individuales, participación en la invitación, delegación de tareas, asignación de responsabilidades, cuidar la sobrecarga, saber romper los silencios, reconocimiento de habilidades y resultados y anticipación de conflictos),
· Seguimiento (seguimiento continuo, limitación funcional y temporal de tareas, constancia de asignación, confirmación de asignación, confiabilidad de recursos, observación de incumplimientos, seguimiento inmediato, redacción de constancias y delegación correcta),
· Estrictez en la temporización (enfoque de discusiones, manejo de los tiempos, trabajo sobre anotaciones previas, inamovilidad temática y finalización a tiempo),
· Aporte abierto de soluciones,
· Ejecución y verificación de decisiones,
· Ambiente físico,
· Materiales,
· Formalización (actas y conclusiones de la reunión),
· Reglamentación (temario público, control de asistencia, control de interrupciones, apego al temario, resultado específico, coordinación identificada) y
· Autoridad (inobjetable, ecuánime, respetuosa, reflexiva, estratégica, abierta, analítica, responsable, impersonal y positiva).


El líder político debe saber delegar. Como toda actividad logística, la Política es una tarea de conducción centralizada pero de ejecución descentralizada.

El líder político, en cualquier instancia de dirección partidaria, debe conducir, planificar, coordinar y supervisar; pero también tiene que delegar, para fomentar el compromiso y la responsabilidad dentro de la estructura partidaria.

Debe delegar lo que pueda ser delegado, pero siempre en aquella persona que realmente quiere y puede llevar a cabo la tarea que se le encomienda.

De nada sirve obligar a hacer algo a alguien que no quiere, no sabe o no puede hacerlo.

El conductor debe delegar de acuerdo con los intereses y capacidades de la persona sobre la cual delega.

Y después de delegar el conductor debe chequear que la tarea delegada haya sido cumplida, de manera leal y correcta.

De nada sirven en Política los eficaces desleales.

Por eso el conductor debe premiar de alguna manera al que cumplió bien y lealmente; y también debe castigar de alguna manera al que cumple bien con la tarea pero la realiza deslealmente.

En el partido se delega siempre para bien del partido y no para beneficio del que ha recibido la delegación.



El líder político debe desarrollar su templanza. El conductor debe tratar de educar su templanza porque su trabajo requiere una profunda y permanente tensión.

Planificar, decidir, premiar, castigar, alegrar y entristecer son acciones que el conductor deberá ejecutar todo el tiempo. Llevarlas a cabo, provoca alegrías y enojos alternados y sucesivos en todos aquellos que se ven afectados o favorecidos por sus decisiones.

Asimismo, el líder político, en cualquier nivel de la conducción partidaria, no puede darse el lujo de perder la paciencia. Muchas veces el competidor político espera que el conductor pierda la paciencia para redituar políticamente con su muestra de debilidad y de falta de control. Nadie confía en los líderes descontrolados o fácilmente descontrolables, porque todos esperamos siempre que nuestro líder sea firme, pero mesurado y contemporizador, un neutralizador de odios y un catalizador de tempestades.


El líder político debe demostrar resolución. Es decir, que aporte soluciones y no cause problemas. Un líder político, en cualquier instancia de dirección del partido, no está en el lugar que está para causar o ahondar los problemas sino para encontrar soluciones.

El líder que complica no es líder. El líder es un pacificador y no un crispador. El líder está para resolver.

El líder político debe ser esencialmente resolutivo.

El líder político debe demostrar inclusión. Es decir, que sepa trabajar en equipo y generar siempre trabajo en equipo. La Política es esencialmente también un trabajo de equipo. El partido se perfecciona cuando mejores son los equipos técnicos que trabajan en él.

Liderar es saber formar equipos. Mantener los frenos, pesos y contrapesos internos para que funcionen bien y sobre todo, saber descubrir las capacidades y los liderazgos en cada grupo para el trabajo salga más rápido y mejor.

Hay que reconocer a los equipos que trabajan bien y reformular a los que trabajan mal.

Parte del cansancio de la militancia surge de no haberse sentido parte de ningún equipo o haber formado equipos que no tenían ningún objetivo ni ningún reconocimiento de sus cúpulas partidarias.

Muchos líderes han formado equipos de trabajo para mantener entretenidos a sus cuadros y darles alguna ocupación pero sin objetivo alguno. Mucha gente viene a verme y me dice que dejaron los partidos a los que pertenecían porque sienten que les han tomado el pelo o lo que es peor, su líder les ha robado la idea y la presentó a su nombre sin ningún reconocimiento para el pensador original.


El líder político debe demostrar proacción. Es decir, que demuestre iniciativa

El líder político debe demostrar temporización. Es decir, que sepa establecer plazos, agendas y calendarios de trabajo y, sobre todo, que pueda cumplir con los plazos impuestos o prometidos.

El líder político debe demostrar compromiso. Es decir, que pueda comprometerse mucho y que prometa poco.

El líder político debe demostrar actualización. Es decir, que se actualice y perfeccione en forma permanente.

El líder político debe demostrar afabilidad. Es decir, que trate bien tanto a los de afuera como a los de adentro de su partido. Y sobre todo, que sea positivo y entusiasta y no se queje ni lamente.

El líder político debe demostrar adaptación. Es decir, que pueda adaptarse rápidamente a todos los cambios que puedan presentarse o que sean necesarios y, por supuesto, que sea flexible a las condiciones internas de la organización.

El líder político debe demostrar lealtad. Es decir, que sea leal tanto a la organización, como al grupo o al jefe o jefes que le dieron la oportunidad de ascender o ingresar en el partido, a la candidatura, a la función partidaria o al cargo de gobierno.


El líder político debe saber administrar el tiempo. Debo reconocer que una de mis principales obsesiones es el tiempo. Nunca me alcanza el tiempo. Nunca me queda todo el tiempo que quisiera o que necesito.

Vivo luchando contra la escasez de tiempo y contra el robo de tiempo de los ladrones de tiempo.

Vivo planificando el tiempo todo el tiempo y vivo tratando de hacer entender que sin planificación, sin organización, no se puede jamás vencer al tiempo.

El tiempo es el principal y peor enemigo del ser humano y de toda construcción personal, social o política del ser humano.

Y en Política, como en toda construcción humana, el peor enemigo es el tiempo.

En Política, el tiempo lo cambia todo. Con el paso del tiempo los humores sociales cambian, los amores se enfrían, los odios se profundizan, las lealtades se transforman, las pasiones se amortiguan y la admiración puede llegar a convertirse en desprecio.

En Política es muy común hacer esperar a los demás para demostrar poder y autoridad. Pero después de una hora de espera, el que sigue esperando lo hará por obligación, pero nunca se olvidará de la muestra de desprecio recibida de su líder.

Un conductor que somete a sus conducidos a largos lapsos de espera, demuestra que no siente ningún respeto por el valor de sus vidas.

En eso tiene que tener cuidado sobre todo un líder del campo nacional y popular, porque la base de su prédica ideológica es el respeto por la vida y los Derechos Humanos.

Repito y repetiré hasta el cansancio un concepto que siempre he dado como básico en mis charlas sobre Logística: el tiempo no es una convención aritmética o cronométrica; el tiempo es una porción de vida humana.

Por eso digo de nuevo aquí algo que ya he escrito en otros ensayos, y es que quien no maneja logísticamente su tiempo, su agenda y el tiempo ajeno es para mí quien emite la peor de las imágenes públicas, la imagen del ladrón de tiempo, que es el peor de todos los tipos de ladrones que pueden existir.

Ello es así, porque siempre digo que nos roba algo sumamente valioso, quizás lo más valioso, algo que no puede ser restituido ni resarcido ni con cárcel ni con indemnización civil alguna. Es decir, que lo que nos roba es el tiempo, y el tiempo es, nada más y nada menos, que una porción de vida, y la vida es el don y el bien más precioso y no renovable que tenemos los seres humanos.

De acuerdo con mi visión logística de las gestiones y de las vidas, siempre he creído, y hoy lo creo aún más, que el tiempo no es oro, como se esfuerzan en hacernos creer los economicistas anglosajones. El tiempo es más valioso que el oro. El tiempo es vida; es el lapso corto o largo que nos separa de la muerte. El minuto que pasó ya es un minuto más del pasado de nuestra historia personal.

Además, siempre debemos tener en cuenta que la Política es una actividad de tiempo completo.

No hay horario en Política. Cuando uno hace Política debe saber que debe respetar el tiempo ajeno y optimizar el uso del tiempo propio, pero jamás tendrá un horario fijo o regular de trabajo. El líder político “estará de servicio” las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

Por eso hay que organizar y organizarse bien.

Cuando uno tiene vocación política y se ha metido en la Política por vocación y por decisión, tiene que saber que hay que trabajar todo el tiempo, contra el tiempo y tratando de que no nos gane nunca la falta de tiempo.

En Política no hay laboradicción. El que hace Política a conciencia tiene que ser necesariamente un adicto y un obsesivo del trabajo.

Pero atención. Siempre hago una aclaración en mis charlas que creo conveniente hacer aquí también: digo que hay una gran diferencia entre el desorganizado y el laboradicto.

Los laboradictos, categoría dentro de la cual yo mismo me incluyo sin el más mínimo pudor, podemos trabajar 10, 12, 14 o 16 horas por día, incluso en las 8 horas de la noche, sábados, domingos y feriados. Pero los laboradictos que trabajamos de acuerdo con una agenda y un plan de trabajo o gestión, con objetivos claramente establecidos, somos los que hacemos la diferencia entre los que trabajan y trabajan sin ton ni son y los que alcanzamos el éxito profesional y la emisión altamente positiva de una imagen exitosa.

Mis lectores, colegas y alumnos me han escuchado varias fórmulas que he escrito para consagrar orgullosamente mi laboradicción positiva, mi especie de "positive workaholism".

Helas aquí:

Fórmula 1:
(24x24) + (7x7) + (365x365) = e (éxito)
Es decir:
El éxito es: Trabajar las 24 horas del día, los 7 días de la semana y los 365 días de cada año.

Fórmula 2:
t + t + t = e (éxito)
Es decir:
Primero: trabajo;
Segundo: trabajo; y
Tercero: más trabajo, es igual a éxito.

Fórmula 3:
18 + 6 = e (éxito)
El éxito consiste en:
Trabajar las 18 horas del día ... y las 6 horas de la noche.

Como verán, estoy absolutamente convencido de que la imagen que debemos dar es siempre la de la vocación por el trabajo. Tenemos que transmitir la imagen de que todo lo que conseguimos o podemos llegar a conseguir ha sido y será debido a nuestro trabajo y no por obra y gracia –solamente- de una bendición providencial o la mera suerte o casualidad. Esa es la imagen que buscan en nosotros nuestros superiores y nuestros conducidos.

Por el eso el premio del líder político que trabaja a conciencia y permanentemente, es el "éxito" y no la "suerte" porque mi concepción del tiempo es consecuente con mi concepción del trabajo, ya que mi uso del tiempo no es para esperar sino para actuar con método para conseguir un objetivo.

Soy un convencido de que la “suerte” es lo que esperan tener aquellos que se pasan aguardando que todo les venga de arriba. Pero el "éxito", en cambio, es lo que persiguen los que estudian, los que accionan, los que luchan, los que se ocupan y los que se preocupan.




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