El líder político es un organizador. El líder político es, ante todo, un líder organizador. Su primera y primordial función es organizar.
Organizar el Partido.
Organizar a los cuadros. Es decir, a los hombres y mujeres que forman, conforman y dirigen el Partido.
Organizar la doctrina que da guía, vida y razón de ser al Partido.
y
Organizar la acción del Partido.
Organizar. Organizar todo, organizarlo todo el tiempo y mantenerlo organizado a pesar del paso del tiempo.
El líder político debe tener vocación. Pero este trabajo de organización requiere como condición inherente y como condicionante absoluto de su éxito o de su fracaso a la vocación. El trabajo de organización es un trabajo sumamente arduo, de tiempo completo; un trabajo que es imposible de realizar si uno no tiene inclinación o vocación por la organización.
La pregunta clásica de todos los cursos de liderazgo y la pregunta que siempre me hacen cada vez que debo dar una charla sobre esta materia es, sin lugar a dudas, aquella acerca de “si el líder nace o se hace”.
Ante esa pregunta yo doy siempre la misma respuesta: el líder político nace y se hace o perfecciona por la acción y la capacitación.
De nada sirven en Política los líderes geniales burros ni los líderes geniales teóricos, esos opinadores de programas de televisión que hablan desde su propio fracaso electoral. ¡Qué cosa extraña!: la Argentina es el único país en el que dan clases de Política los que han fracasado en la Política.
A mi no me cabe duda de que para dedicarse a la Política hay que tener vocación. Pero la vocación debe ser de servicio. Como dice la voz latina originaria: la vocación es una “vocatio”, un “llamado” que se siente desde adentro y que nos lleva irreductiblemente a convertirlo en realidad mediante el estudio y la acción.
Pero es una “vocación” por el servicio social y el trabajo comunitario, no por la figuración y el ascenso económico o social. Si uno quiere ser únicamente mediático y cree que la Política moderna se hace ahora desde la televisión le recomiendo que se haga actor de telenovela y que abandone o no se dedique a la Política.
El líder político debe tener y ejercer autoridad. El Liderazgo político se basa y se mantiene por medio de la construcción de la autoridad. Pero autoridad en Política, a mi entender, no tiene nada que ver con el cargo que se tenga o con la posición que se haya alcanzado en el partido. Para mi con eso solo no basta. Nadie sigue a alguien con convicción por el sólo hecho de que tenga un cargo o que imparta las órdenes en el partido. A ese tipo de líder se lo sigue generalmente por conveniencia, porque promete algún cargo, o porque reparte alguna dádiva u otro beneficio clientelar.
La autoridad política, la autoridad típica del liderazgo político, se construye –según yo la entiendo- a partir de reunir en la persona del líder no sólo la vocación, sino además la capacidad, la capacitación, la dedicación y la acción organizativa permanente con resultado exitoso.
El líder político debe ser un conductor práctico. La Política es una disciplina eminentemente práctica. Su éxito se basa en saber interpretar las necesidades de una sociedad determinada en un tiempo determinado y dar a esa sociedad las soluciones justas para todos, o al menos para casi todos, sus problemas.
La Política requiere un trabajo de organización cotidiano, permanente, pero sobre todo y antes que todo, este trabajo debe ser eminentemente práctico, debe hacerse en contacto directo con la gente que se gobierna o se quiere gobernar. Si uno quiere ser líder político lo primero que no debe perder es el contacto con la gente. Por ejemplo, no se puede solucionar el problema de transporte de la gente si no se sabe en forma directa cómo viaja la gente.
La Política de gabinete no sirve. La Política de laboratorio de marketing político no sirve. Con el gabinete y el marketing se gana sólo el corto plazo pero no se permanece.
La Política de gabinete es de corto plazo y de visión cortoplacista.
La Política bien entendida, la Política de siempre y tal como no tendría que haber dejado de ser nunca, es la Política de contacto directo con la gente. La del líder que recorre periódicamente sus locales partidarios. La del líder que pregunta. La del líder que mira a los ojos. La del líder que explica. La del líder que escucha sin intermediarios. La del líder que predica con el ejemplo directo y con la acción directa. La del líder con pensamiento logístico y aptitud y actitud logística. La del líder sin fobias ni prejuicios, que se anima vencer todas las resistencias al cambio y a nadar contra todas las corrientes. La del líder arriesgado, que no tiene miedo a los desafíos ni a los riesgos que trae consigo la Política y toda actividad transformadora comunitaria.
Alguien dijo alguna vez: “El pez que se anima a nadar contra la corriente, tiene que asumir que corre el riesgo de morir en el intento”.
No se de quién es la frase. La escuché por ahí y no pude olvidármela nunca. Es perfecta para explicar lo que se siente cuando uno decide dedicarse a la actividad Política. Si uno quiere ser un líder político organizador, práctico, en contacto directo con la gente, que quiera dar el ejemplo y dedicarse a tiempo completo al servicio comunitario, tiene que saber que su destino es remontar corrientes, vencer resistencias, sacudir polvos, despertar modorras y luchar contra la incomprensión, el descrédito y el descreimiento.
Aquí es donde la vocación se hace imprescindible. Con vocación se puede soportar todo mejor. Si uno es político vocacional no dejará nunca de intentar los cambios que sueña y sobre todo, no tendrá nunca miedo de morir en el intento.
El líder político debe capacitarse para la acción. Pero la vocación y la determinación por sí solas no hacen al buen líder político, al líder político exitoso y perdurable.
Como siempre digo, el conductor político es un líder organizador de tipo logístico y de tiempo completo, que perfecciona y aumenta su actitud y su aptitud de autoridad mediante la ejecución permanente de ciertas acciones y el entrenamiento permanente de ciertas capacidades que tiene que ejecutar y poseer para ser verdaderamente un líder.
En primer lugar, creo que un líder organizador debe ser, ante todo, una persona organizada con su propia vida. Un conductor político no puede ser –como hemos conocido muchos- el que ha sido el peor de su colegio o el más reo, el más desaliñado, el más parrandero o el más pirata de su grupo de amigos o del partido que dirige o quiera dirigir.
El líder político es un conductor organizador que debe ser metódico, detallista, exigente, firme, proactivo y administrador de sus tiempos, porque toda su vida deberá organizar encuentros, relaciones y acciones aún contra el tiempo.
Y además de ser organizado él mismo, el líder político deberá tener otras varias características que, si no las tiene deberá aprenderlas, y si las tiene, deberá perfeccionarlas con la acción, con la dedicación y poner en su mejora todo su empeño y preocupación.
Un líder político debe tener un pensamiento, una actitud, una aptitud y un esquema permanente de pensamiento logístico, porque tiene una serie de obligaciones muy específicas de tipo organizativo y logístico que son responsabilidad suya, que no puede delegar y cuyo conocimiento y dominio debe demostrar permanentemente para que no se vea resentido el fundamento de su autoridad.
A mi entender, las obligaciones de un conductor político son las siguientes:
El líder político debe planificar acciones. El conductor político, en cualquier nivel de liderazgo partidario, es un organizador. En consecuencia, su trabajo principal es el de organizar.
Pero toda organización exitosa proviene de una planificación exitosa. De una planificación logística. No se puede ejecutar con éxito lo que no ha sido previamente planificado.
Yo soy un fervoroso defensor de la improvisación, pero detesto la imprevisión. La improvisación en Política puede salvar al partido y ayudar al éxito en una elección, porque uno puede reaccionar exitosamente frente a una eventualidad, pero debe hacerlo siempre dentro de un contexto planificado con más de una opción.
Pero en Política la imprevisión es inadmisible. El líder que no planifica es un inconsciente. A mi no me gustaría seguir a una persona que no planifica nada y que ante cada eventualidad se sienta frente al problema a ver cómo lo resuelve sin tener previamente nada pensado. Estamos y estuvimos llenos de líderes improvisados, de líderes de ocasión, sin preparación ni vocación de líderes, y eso le hizo muy mal a la Política.
Un líder es ante todo un organizador lógico y planificador. Cuando decimos que alguien es o fue un estadista, es porque vemos que ha pensado y planificado un conjunto de acciones políticas a largo plazo. Que lo hizo pensando en las consecuencias y estudiando la forma de eludir y superar todos los posibles obstáculos.
El líder político debe organizar métodos. El conductor político, además de planificar acciones, debe también saber organizar los métodos y toda la metodología en general para poder implementar las acciones que ha pensado. No sólo el líder debe decir qué hay que hacer. También el líder debe decirnos cómo hay que hacerlo.
Creo que estamos cansados de líderes que dicen y señalan todo lo que está mal de cualquier gestión –sobre todo se da cuando son oposición- pero por lo general no nos dicen cómo hay que hacer lo que proponen. Todos sabemos que nuestras sociedades deben estar mejor, vivir mejor, comer mejor y tener más seguridad y salud. Eso lo puede decir cualquier niño de edad escolar sin necesidad de proclamarse presidente de ningún partido. Lo que necesitamos es que los líderes nos digan cómo van a hacerlo.
Esa es la segunda obligación del líder que quiera ser considerado como tal: además de planificar las acciones, debe establecer la metodología de implementación.
El líder político debe coordinar la ejecución. El conductor político no sólo debe planificar la acción y la metodología de implementación del conjunto de acciones. Además debe ponerse al frente del barco, debe ser el timonel de la ejecución de las acciones planificadas. Debe ponerse al frente y arriesgarse a recibir los elogios y los ataques. Debe ponerse al frente de su equipo y dar la cara por su equipo, por su partido y por sus convicciones.
Un líder que no se pone al frente no es un líder. El líder es el que sin importarle las consecuencias para sí mismo se pone al frente de sus equipos. El líder es el que supervisa que no haya desviaciones en la toma de decisiones. El líder es el que está todo el tiempo supervisándolo todo, atento a todo y viendo y escuchando todo y a todos.
El líder político es un conductor de tiempo completo, que no tiene horario para ejercer su función de líder. La coordinación es permanente. No hay sábados y no hay domingos cuando uno conduce seriamente un partido político, una jurisdicción partidaria, una circunscripción partidaria o un local partidario. La coordinación es permanente. El que no quiera estar atento, el que sienta nostalgia por los asados con amigos, por los partidos de fútbol con los compañeros de trabajo o del colegio, el que añore sus domingos en familia y las reuniones familiares con sobremesas interminables… mejor que no se dedique a la Política.
El líder político debe decidir. Otra de las obligaciones del líder político es la de decidir. Un conductor político debe decidir todo el tiempo.
Sin importar su ubicación dentro del organigrama partidario siempre tendrá que decidir. Se lo espera para que decida, se lo presiona para que decida, se lo pone entre la espada y la pared para que se decida por uno o por otro compañero, por una o por otra postura, por una o por otra línea interna del partido.
Todo el tiempo el líder debe decidir. Decidir cuál es la solución correcta. Decidir cuál es el camino más corto. Decidir cuál es el método menos doloroso. Decidir, siempre decidir.
La vida del líder político, como la de cualquier otro líder de cualquier institución u organización, es una vida de decisiones permanentes.
Por eso siempre digo que la Política no es para los pusilánimes, para los indecisos. La Política es para aquellos que quieren arriesgarse a tomar decisiones. La Política no es para los tibios, para los que lo esperan todo de un mesías partidario. En la Política todo es decisión pura y permanente entre opciones y entre personas.
En Política el éxito consiste en tomar las decisiones correctas y en elegir a las personas correctas para los cargos indicados. Decidir quién forma la directiva, decidir quién va a ser el dirigente barrial, decidir entre dirigentes barriales, etc. . Decidir, vuelvo a repetir, en Política todo es decidir, siempre decidir.
El líder político debe tomar riesgos. El conductor político debe decidir permanentemente y debido a ello, asume y corre riesgos en forma permanente a causa de sus decisiones. La Política es del que decide pero también del que asume los riesgos de decidir.
Cuando uno decide hay gente que queda feliz por la decisión, pero también hay otra gente que queda triste por la decisión tomada. Y a veces la gente no elegida no queda triste, sino que queda dolida y resentida. Ese es un riesgo que en Política hay que asumir.
Cuando yo mismo decidí lanzarme a la vida pública, tomé como credo personal una oración escrita por Theodore Roosevelt y que sirve bien para explicar la importancia de saber y querer tomar riesgos no sólo en Política sino en toda profesión o labor que uno emprenda. Es la Oración Entrepreneur ("emprendedor") de Theodore Roosevelt, y dice así:
“… El que cuenta es el que lucha
por llevar a cabo las acciones.
El que conoce los grandes entusiasmos
y las grandes devociones.
El que agota sus fuerzas
en defensa de una causa noble.
El que –si tiene suerte-
saborea el triunfo de los grandes logros;
y si no los tiene y falla,
fracasa al menos habiéndose atrevido al mayor riesgo.
De modo que nunca ocupará
el lugar reservado a las almas frías y tímidas,
que ignoran tanto la victoria como la derrota.”
Espero que les haya gustado. A mí me fue muy útil y me sigue siendo útil.
El líder político debe saber negociar. El conductor político debe saber y querer negociar todo el tiempo. Debe hacer siempre los mejores acuerdos para bien de su partido, de su gente y de sus propias convicciones. Siempre el mejor acuerdo con el menor perjuicio. Siempre el mejor acuerdo para su partido sin que queden muchos enojados en el camino.
El líder político debe saber motivar. Otra de las obligaciones permanentes del conductor político es la de motivar. Motivar en Política es generar mística. Sin mística no hay acción política duradera. No hay partido a largo plazo. No sobrevive ninguna ideología por más fuerte y buena que sea. Si no se genera mística, si no se motiva al grupo de trabajo y a los adherentes del partido, ni el partido, ni la idea que inspira el partido van a tener éxito.
La generación de mística debe ser permanente. No alcanza con una arenga de compromiso el día del aniversario del partido. La mística se genera siempre, en todo momento, diariamente, visitando los locales, hablando con los adherentes, recibiendo a los dirigentes del partido y a los legisladores y funcionarios que responden al partido o son aliados del partido.
Si se descuida la mística el partido se debilita. Si se descuida la mística se pierden adherentes. Si se descuida la mística se pierde base política y se disgregan los cuadros.
¡Mística señores!, ese y no otro sigue siendo el mayor de los secretos del éxito en Política. El conductor debe saber levantar los ánimos. El conductor político tiene que saber cómo desarrollar la competencia endógena y exógena de su partido.
El líder político tiene que mantener viva la llama de la competencia endógena del partido. Debe lograr por mística que sus cuadros quieran cada vez trabajar más, cada vez superarse más y cada vez presentar más y mejores proyectos. El conductor debe lograr cada día más y mejores líderes dentro de su partido sin miedo y sin recelo. Es bueno que un partido se nutra de buenos cuadros.
Yo no quiero ser líder de una agrupación amorfa. Yo no quiero ser el tuerto en un reino de ciegos. Yo no quiero ser la mula más notoria de la recua.
Un líder debe tender a que haya un buen mecanismo de ascensos internos en su partido. Tiene que hacer entender y garantizar que ser mejor militante en un partido es mejor que ser amigo, ser pariente o ser amante del líder del partido. La carrera interna, el “cursus honorum” partidario es fundamental para que un partido sea prestigioso y genere internamente una buena mística proactiva.
Sin mística, es decir, sin motivación endógena proactiva, no hay partido exitoso ni perdurable.
Del mismo modo, el conductor debe motivar a sus cuadros para la competencia exógena, esa que busca sacar de nosotros el espíritu competidor necesario para poderle ganar al adversario. El líder debe estar convencido y convencer de que nuestra propuesta es mejor, más viable y más sustentable. La competencia no es mala en Política. Por el contrario, es una de las razones de ser de la Política.
Por supuesto que tanto la competencia endógena como exógena deben ser positivas, decentes, limpias, con códigos y lealtades. Es mentira que en la Política todo vale y que es el arte de todo lo posible y de lo imposible. Eso no es Política. Eso es un asco.
Cuando hablo de competencia, de generar mística competitiva, estoy hablando de la buena competencia, no de la competencia sucia y miserable que por lo general suele verse en Política.
Me enoja terriblemente cuando escucho a muchos dirigentes políticos oportunistas rasgándose las vestiduras, hablando mal de la “Vieja Política”, pidiendo a gritos “la reforma política” y la instalación de los “valores éticos” de la “Nueva Política”. Sinceramente me enfermo cuando los escucho.
No lo puedo creer. Primero porque si se lleva a cabo la reforma política con la misma profundidad que ellos mismos reclaman, muchos de ellos tendrían que ir a trabajar al puerto a cargar bolsas. Fíjense ustedes que muchos de ellos la piden pero no la gestionan. ¿Por qué será, no?. ¿Será que tengo razón?... Me parece que si.
Y por otro lado, yo –al contrario- siempre digo que quisiera volver a los tiempos de la “Vieja Política”, que era la Política de los políticos preparados, de la lealtad, del orden, del respeto por el otro, del respeto por la palabra dada, de los partidos organizados, de la honestidad intelectual. La época de la Política sin veletas, sin panqueques. La época de la Política con ideario, con ideología y con convicciones inalterables.
Aunque no coincida con muchos de ellos y aunque muchos de ellos no hayan sido del todo exitosos, quiero rescatar en este ensayo esa Política leal, respetuosa, ideológica y de alto nivel retórico que encarnaron, por ejemplo: Lisandro de la Torre, Leandro Alem, Ricardo Balbín, Carlos Pellegrini, Aristóbulo del Valle, Juan B. Justo, Arturo Illia, Hipólito Yrigoyen, Crisólogo Larralde, Juan Perón, Eva Perón y Oscar Alende, entre muchos otros.
Quiera Dios que algún día nuestra Política vuelva a ser lo que era en aquellos tiempos. Quiera Dios que algún día la mayoría de nuestros dirigentes sean como fueron ellos.
Yo soy de la época aquella en la que cuando se decía “¡La vida por Perón!” no era tan sólo una frase de compromiso para gritar en la barricada. Cuando yo era chico se daba la vida por Perón, se moría por Perón y había miles y miles de argentinos dispuestos a morir por Perón.
Yo soy de la época aquella en la que cuando se era radical, se era radical de tiempo completo, se vivía como radical, se hablaba como radical, se pensaba como radical y se resolvía cualquier conflicto desde una mirada convencidamente radical.
Ese es mi mundo. Esa es mi inspiración. Esa es mi concepción de la mística y de la lealtad a la idea y a los dirigentes que se merecen nuestra lealtad.
Para mi no debe hacerse distinción entre “Vieja Política” y “Nueva Política”. Más importante que distinguir entre vieja y nueva Política es distinguir entre “Buena Política” y “Mala Política”, para poder descubrir, señalar y descartar a los políticos malos y elegir a los políticos buenos.
La Política, por definición, debe ser buena o no es Política.
El líder político debe lograr modificar conductas. El líder político debe saber modificar conductas, es decir, debe saber vencer las rutinas y los atavismos. El conductor político debe luchar contra esa frase perniciosa que es “siempre se hizo así” y que tanto escuchamos los que tenemos experiencia pública cuando quisimos introducir alguna modificación a un mecanismo o a una manera de gestionar un tema determinado.
El conductor político tiene que saber detectar limitaciones, fallas, disfunciones del grupo y liderazgos negativos.
El líder político debe saber mediar. El conductor político debe saber mediar, es decir, interceder entre posiciones internas y a veces antagónicas dentro de su propio partido o de su propia comisión directiva. Y debe hacerlo con el mayor beneficio y el menor perjuicio para las dos partes en litigio.
El líder político debe dar el ejemplo. El conductor debe saber lo que ordena, debe saberlo hacer, debe hacerlo enseñándolo a hacer, debe hacerlo primero, debe hacerlo antes, debe saber hacerlo mejor, debe hacerlo por más tiempo.
Lo repito y lo repetiré hasta el cansancio: si uno no siente respeto por el conductor sólo lo sigue por temor o conveniencia, pero jamás por convicción. Si el conductor no da el ejemplo nunca va a inspirar verdadera autoridad.
Yo no quiero trabajar para un jefe vago. Yo no quiero poner mis conocimientos al servicio de un jefe burro. Yo no quiero poner mi tiempo a disposición de un jefe que no valora mi tiempo y me hace perder el tiempo. El ejemplo sigue siendo uno de los fundamentos primordiales de la autoridad.
El capitán tiene el orgullo y el privilegio de conducir el barco, pero si el barco se pincha y hace agua, el capitán tiene la obligación de hundirse con el barco. Esa es la ley del mar y sigue siendo –para mi- la ley de la Política.
El líder político debe conocer a su equipo. El líder político debe conocer profundamente a cada uno de los miembros de su equipo y a la mayor cantidad posible de dirigentes, colaboradores mediatos e inmediatos y adherentes, afiliados y simpatizantes. No hay peor cosa que el líder que se dice líder y no se acuerda siquiera el nombre de la gente que ve casi todos los días. El líder para ser realmente líder debe interesarse sinceramente por las personas que lo convierten y sostienen como líder. El líder desagradecido es un líder de corta duración.
No creo en los líderes “despistados”. Si no se presta atención en algo no se tiene interés en ese algo.
Si un líder no se acuerda cómo se llaman sus colaboradores, si no retiene cargos, si no se preocupa por sus problemas o no se interesa por sus proyectos y por sus sueños, no es verdaderamente un líder.
Conocer al equipo quiere decir, también, saber qué puede dar cada uno de ellos, cuáles son sus habilidades más sobresalientes y cuál puede ser el mejor servicio que puede rendir al partido.
El buen conductor, el líder eficiente, da a cada uno el trabajo que puede hacer de acuerdo con sus expectativas, sus capacidades o sus ambiciones personales o profesionales. Un líder no puede quejarse de que algo no se hizo o no se logró si lo dio para hacer o conseguir a la persona menos indicada.
Dar a cada uno la obligación que puede cumplir. Esa es otra de las obligaciones del líder político logístico y eficaz.
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